Una sola lágrima en tu silencio estruendoso
es capaz de anegarme
y sin embargo
todo el llanto de la tierra no ha podido conmoverme nunca.
Todo lo que me dices sin decirme nada es cuanto necesito,
calla el resto, cállalo todo
para que tu silencio me ensordezca y tu quietud me embriague.
Cómo es posible que me llenes tanto
con solo un gesto inmóvil y tus ojos fijos.
Porque nunca te había visto derrumbarte
y a pesar de todo
y hoy
en tu flaco apoyo y tus manos torpes se cimenta el mundo.
domingo, 22 de junio de 2008
Dolor
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5 comentarios:
Hay personas que sin más que su sola presencia son capaces de llenar nuestra vida de alegría, no necesitan hacer nada, decir nada, sólo estar ahí.
Por eso mismo, aunque seamos capaces de ignorar el sonoro llanto de todo lo que nos rodea, a la primera lágrima que esa persona derrama sufrimos como si el daño nos lo hubiesen hecho a nosotros.
Me gusta tu don para la última frase. Para agarrarte por dentro más que durante el transcurso del poema, justo en el momento en el que se acaba.
Son versos de paladeo lento, de disfrutar luego, cuando se acaba el día, cuando se apagan las luces.
Versos sabor de boca.
Pues ahora que lo pienso, siempre me rompo la cabeza para finalizar los poemas, me alegra que ¡se note!
Muchas gracias. A mí me enganchan muchísimo tus post, ¿no escribes habitualmente en tu otro blog?
Mi otro blog es éste, en realidad:
http://orquestapelota.blogspot.com/
Pero shhhhhh!, es un secreto... no se lo digas a nadie. Tú como si te lo encontraras por casualidad...
Jajajajajaja, me alegra que... ¡se note! Jajajajaja.
Me recuerda algo que leí de alguien hace algo de algún tiempo. No tiene mucho que ver, pero subjetivamente me lo recuerda, como un nexo a través de mi subconsciente no causal.
Hablaba de la creación de imágenes. Decía: recuerdo la primera vez que sentí la fantasía del deseo, la primera vez que inventé una vida.
Y de repente me di cuenta de la universalidad del acto de inventar una vida en otra imagen para darle sentido a la nuestra. O de inventar una persona en otra. Que quizás conocemos y amamos. O quizás amamos porque no necesitamos conocerla.
Como para darle esa pincelada de color que necesita nuestra escala de grises. Esa pincelada que tarde que temprano, algunos dicen que nunca y yo no quiero creerles, se diluye de nuevo en la gradación imperfecta de negro a blanco.
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