martes, 24 de junio de 2008

Hambre


Nacemos hambrientos de belleza

y luego la vida es más infierno
más insidia
más cristal frío y cortante que ventana abierta.

Pero aprendemos a comer de todo
a ser voraces
a masticar incluso el hielo
sin que el dolor nos congele el corazón.

Y si al final somos capaces de saciar el hambre
ese hambre sin fondo que nos mueve y vibra dentro
quién lo sabe.

(dedicado a Joan, por ser el día de su santo, por su bienvenida impertinencia al tratar de corregirme, y, aunque es imposible suplir ausencias, porque sí)

5 comentarios:

Adriana Lara dijo...

mi hambre es de verdad... y eso duele.

Joan Torres dijo...

Al nacer no tenemos hambre de belleza. Esa hambre nos la crean. Y es entonces, cuando comenzamos a sentirla, cuando debemos aprender a saciarla.

Lo de la pastillita azul y la pastillita roja, ya sabes...z

Eva Torices dijo...

Sé que nacemos como tablas sin tallar. Pero podemos interpretar que no me refiero al nacimiento del cuerpo en el minuto cero de nuestra vida, sino al momento en que nace la persona que somos, que es unos años más tarde, cuando comenzamos a adquirir conciencia de "yo", y para ese momento ya estamos hambrientos de belleza. Belleza en su sentido más amplio, belleza como bondad, como oportunidades, como acción, como mundo impregnado de fragancias de experiencia, cambio y éxito.

Claro que es sólo una forma de las infinitas de ver las mismas numerables cosas.

Joan Torres dijo...

No voy a discutir contigo sobre algo que has escrito tú, con esa manera soberbia que tienes de hacerlo, máxime cuando el sentido de lo que expresas no queda patente, sino que es objeto de una interpretación que te pertenece.

Me hablas de un segundo nacimiento demasiado indeterminado en el tiempo como para poderlo identificar. Me hablas de un nacimiento como persona, de una toma de contacto con el “yo”…
Para mí, o existe un solo nacimiento o existen miles de ellos.

Me explico: uno nace a la consciencia de sí mismo de la misma manera que uno nace en el momento en el que se enamora por primera vez. Y uno vuelve a nacer cuando tiene noción de la muerte. Incluso cuando le abandona aquella mujer a la que tanto quiso, vuelve a nacer. Nacemos a diario, renacemos con cada nuevo libro, con cada nuevo poema. O son todos esos nacimientos, o sólo existe uno, el biológico.

De todas formas, dejándonos de pajas mentales que sólo llevan al onanismo, y tomando como referencia ese nacimiento del que hablas, el de la primera toma de contacto con uno mismo, sigo sin creer que en ese momento se tenga ya la noción de la Belleza dentro de uno. Se tiene noción, a lo sumo, de qué satisface y qué desagrada. Se tiene la curiosidad ya metida en el alma… Pero la Belleza es algo que tardará mucho aún, creo, en aparecer. Hablo de esa Belleza que deslumbra, que alumbra y que ciega. De esa Belleza cuya noción no nos pertenece, cuyo concepto sólo intuimos. De una Belleza que se vislumbra, que se olfatea… Tú, en cambio, me hablas de otra belleza. Otra vez hablamos de cosas distintas.

¿Estará nuestro sino en la divergencia?

Unknown dijo...

encontré tu blog y he leído los poemas, me parecen muy interesantes y con un lenguaje muy personal
un abrazo
fernando

http://fernando-sabido.blogspot.com

 
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