Las calles están llenas de mujeres atrapadas en sus propios zapatos. Mujeres bonitas y feas, altas, bajas, flacas, gordas, rubias, negras, morenas, blancas, mujeres anoréxicas, mujeres violadas, mujeres maltratadas, mujeres deprimidas, acomplejadas, teñidas, operadas, preñadas, casadas, divorciadas, viudas, mujeres desempleadas, despedidas, histerectomizadas, vírgenes, con uñas postizas, con madres en casa. Mujeres que serán juzgadas por sus medidas. Mujeres que serán juzgadas por lo que ha entrado o salido de su coño. Mujeres que serán juzgadas por lo que saben cocinar y el blanco roto hielo hueso crema o marfil de su vestido de novia.
Son cientos, miles, millones de mujeres, todas tan idénticamente diferentes, todas asustadas de algo, todas hijas de padres, todas futuras esposas madres abuelas. Úteros con zapatos de tacón.
Viven atrapadas en sus propios zapatos. Con los tobillos aprisionados entre lazos de cuero, los deditos de uñas perfectas y pintadas asomando por un agujero diminuto en verano y apretujados en invierno por una puntera unidimensional, la planta bien curvada sobre una suela hostilmente estrecha, de puntillas forzando una altura imposible, el empeine a punto de ceder hacia fuera por un exceso de convexidad, el tendón bien contraído para que progresivamente pierda toda elasticidad impidiendo irreversiblemente adoptar una postura liberada algún día, y un perfecto apoyo en total desequilibrio que hace temblar la pierna entera cada vez que el pie se posa con su patética y fingida firmeza, que se delata a sí misma, sobre el suelo.
Mujeres atrapadas en sus propios zapatos sin poder apresurarse, sin poder correr, sin poder saltar o siquiera bajar un escalón sin que las cojan de la mano. Sin poder huir del violador. Condenadas a perder siempre el autobús y a hacer catastróficas y estereotipadas maniobras de aparcamiento. Mujer tenía que ser.
Dicen que la empatía es caminar con los zapatos del otro. Pero ni las mismas mujeres caben en sus propios zapatos.
La costilla de Adán. La tentación de Cristo. Las brujas quemadas. La A escarlata. Las monjas de clausura. Las mantenidas. Los vientres secos. Las solteronas. Las concubinas. Las madres solteras. Las ninfómanas. Las malas conductoras. Las "otras". Las histéricas. Las de la reducción de jornada y el permiso de maternidad. Las del 016. Las que se ponen zapatos para estar quietas.
5 comentarios:
jajaj, bueno me apunto lo de los tios, pero bueno, de momento me suena que tu eres chica no?, así que todavía puedes participar en el "Tinita" j0j0j0
Saludos;)
Hombres y mujeres tenemos el tipo de vivencias que nos compartes.
La fortaleza interior depende del recorrido que hicimos y sobre todo de cuántas lecciones aprendimos, porque muchas personas pueden pasar por lo mismo , pero se puede reaccionar de formas tan diferentes como opuestas, se puede aprender, como se puede negar, se puede tomar conciencia del problema, como se lo puede negar, se lo puede luchar, batallar, como se lo puede dejar que nos gane y nos destruya, está en la fuerza interior de cada uno encararlo, intentar superarlo, asumirlo, aprenderlo como lección pendiente que teníamos de la vida,y si logarmos hacer los pasos correctos sin duda los resultados serían una vida emocional estable, serán una consecuencia lógica los logros personales, materiales, espirituales, profesionales.
He aprendido bastante de mis duras tormentas, dejaron cicatrices marcadas a fuego, lo suficiente como para mantenerme "alerta" y con ese temor latente, que avisa que no es tan facil salir de las tormentas definitivamente, que las nubes negras pueden volver si uno baja las defensas, si uno se descuida y deja que las partes inconscientes destructivas tomen poder, control, y vuelvan a intentar dominarme.
Pienso que ante cada momento de riesgo potencial se deben buscar puntos de ayuda, soportes donde hablar sobre esas inquietudes que trabajan de fondo, ponerlas afuera, darle palabras al miedo, que se exprese, cuando callamos mucho el silencio parece darle una sobredimensión a las emociones, y eso lleva a más angustia y temor, la mejor salida es no hacerse distraído ante ese lado inseguro interno, ten siempre sitios, personas, relaciones de tu confianza donde puedas hablar ésto sin tapujos, un espacio terapéutico sería lo ideal, porque podrías no solo evacuar lo que sientes sino también trabajarlo, analizarlo, reacomodarlo en mi vida, y reforzar aquello que parece tan frágil y fácil de romperse y perderse.
Mis logros son tan reales y palpables como mis miedos, solo hay que animarse a hablar de ellos, intentar entenderlos, y de ese modo encontrar algún tipo de claridad y alivio a la confusión del momento, recuerda siempre que las tormentas, si se las sobrevive siempre dejan sabias lecciones, y tu serás un eterno alumno de ellas... aprende, no desistas en seguir aprendiendo ante cada caída... si lo haces, siempre una parte de ti saldrá ganando.
Saludos.
Un chiste Lilith: "En el examen, el profesor le dice al alumno que no ha sabido contestar a ninguna pregunta:
- Le haré una última pregunta, si la sabe, lo aprobaré. ¿Cuántos pelos tiene la cola de una cebra?
Y el alumno responde:
-23.456
Y el profesor asombrado le pregunta:
-¿Y cómo lo sabe?
Y el alumno:
-Perdone profesor, pero dijo que me haría una sola pregunta".
¡Buenas noches!
gran habilidad para la metáfora. EL texto, encima, está tan bien escrito y llevado que lo lees sin darte cuenta. ¿Me equivoco si pienso que la idea central era la de "ponerse en el lugar de otro"?
En resumen, sin pedanterías: me ha gustado.Bien expresado, no se alarfa, no se queda corto. Digno de aparecer en un dominical :-)
También hay mujeres pájaro, gato, ánade y mujeres pez. Mujeres abrazo, te admiro, mujeres respeto y mujeres pasión. Incluso las hay salto al vacío -con y sin soga-, mujeres te espero, te busco, te encuentro y hasta mujeres recuerdo hay.
Yo, en mis múltiples viajes, he conocido mujeres llanura, mujeres colina, desierto, bahía, cauce y canción.
Creo que la vida me ha llevado, mira qué suerte la mía, a lugares opuestos a los tuyos, Lilith. Pero si me das un lapicero y un papel, podría pintarte el camino.
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